Qué Creemos

Nuestras doctrinas y principios

Nuestra Visión

La Iglesia Evangélica Baptista de Figueres tiene como visión ser el instrumento de Dios para que los que nos rodean conozcan a Jesucristo como su Señor y Salvador, recibir a estos para que nos ayuden en esta tarea y enseñarles a vivir una vida que sirva como adoración a Dios. Hemos resumido esta visión en el acróstico PESCA, que son las iniciales de: Proclamación, Enseñanza, Servicio, Comunión y Adoración.

Enseñanzas Principales

Creemos que la Santa Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados, y que es tesoro perfecto de instrucción celestial (1); que tiene a Dios por autor, por objeto la salvación, y por contenido la verdad sin mezcla de error (2); que revela los principios según los cuales Dios nos juzgará (3) siendo por lo mismo, y habiendo de serlo hasta la consumación de los siglos, centro verdadero de la unión cristiana, y norma suprema a la cual se debe sujetar todo juicio que se forme de la conducta, las creencias y las opiniones humanas.

(1) 2 Ti. 3:16-17; 2 P. 1:21; 2 S.23:2; Hch. 1:16

(2) Pr. 30:5-6; Jn 17:17; Ro.3:4; Ap. 22:18, 19

(3) Ro. 2:12; Jn.12:47, 48; I Co. 4:3; Lc.10:10, 16; 12:47, 48

Creemos que las Escrituras enseñan que hay un Dios viviente y verdadero, y solamente éste, Espíritu infinito e inteligente, cuyo nombre es JEHOVA (YO SOY), Hacedor y Arbitro Supremo del cielo y de la tierra (1), indeciblemente glorioso en santidad (2), y merecedor de toda la honra, confianza y amor posibles (3); que en la unidad de la Divinidad existen tres personas que son: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (4); iguales éstos en toda perfección divina, desempeñan oficios distintos, pero que armonizan, en la grande obra de la redención.

(1) Jn.4:24; Sal.83:18; Heb.3:4; Ro.1:20; Jer.10:10

(2) Ex.15:11; Isa.6:3; I P.1.15; Ap.4:6,8

(3) Mr.12:30; Ap.4:11; Mt.10:37; Jer.2:12,13

(4) Mt.28:19; Jn.15:26; I Co. 12:4,6

Creemos que Las Escrituras enseñan que el hombre fue creado en santidad, sujeto a la ley de su Hacedor (1); pero que por la transgresión voluntaria cayó de aquel estado santo y feliz (2); por cuya causa todo el género humano es ahora pecador (3), no por fuerza, sino por su voluntad; hallándose por naturaleza enteramente desprovisto de la santidad que requiere la ley de Dios, positivamente inclinado a lo malo,y por lo mismo bajo justa condenación (4), sin defensa ni disculpa que le valga (5).

(1) Gn. 1:27, 31; 2:16; Ec. 7:29; Hch. 17:26

(2) Gn. 3:6-24; Ro. 5:12

(3) Ro. 5:15-19; Jn. 3:6; Sal. 51:5

(4) Ef. 2:3

(5) Ez. 18:19,20; Ro. 1:20; 3:19; Gá. 3:22

Creemos que las Escrituras enseñan que la salvación de los pecadores es puramente gratuita (1), en virtud de la obra intercesora del Hijo de Dios (2); quien cumpliendo la voluntad del Padre, se hizo hombre, pero exento de pecado (3); honró la ley divina con su obediencia personal, y con su muerte dio plena satisfacción por nuestros pecados (4), resucitó después de entre los muertos, y desde entonces se entronizó en los cielos; que reúne en Su persona admirabilísima las simpatías tiernas y las perfecciones divinas, teniendo así por todos estos motivos las cualidades que requiere un Salvador idóneo, compasivo y omnipotente (5).

(1) Ef. 2:5; Mt. 18.11, 1 Jn. 4:10; 1 Co. 3:5-7; Hch. 15:11

(2) Jn. 3:16

(3) Fil. 2:6-7

(4) Is. 53:4,5

(5) Hch. 7:25; Col. 2:9

Creemos que las Escrituras enseñan que la justificación es el gran bien evangélico que asegura Cristo (1), a los que en El tengan fe (2); que esta justificación incluye el perdón del pecado (3), y el don de la vida eterna de acuerdo con los principios de la justicia; quien da esta justificación exclusivamente mediante la fe en El, y no por consideración de ninguna obra de justicia que hagamos; imputándonos Dios gratuitamente mediante esta fe la justicia perfecta de Cristo (4); que nos introduce a un estado altamente bienaventurado de paz y de favor con Dios, y ahora y para siempre hace nuestros todos los demás bienes que hubiéramos menester (5).

(1) Jn, 1:16; Ef. 3:8

(2) Hch. 13:39; Ro. 5:1

(3) Ro. 5.9, Zac. 13.1; Mat. 9:6; Hch. 10:43

(4) Ro. 5:19; 3:24-26; 4:23-26

(5) Ro. 5:1,2

Creemos que las Escrituras enseñan que el Evangelio franquea todos los bienes de la salvación (1); que es deber de todos aceptarlos inmediatamente con fe cordial, arrepentimiento y obediencia (2); y que el único obstáculo para la salvación del peor pecador de la tierra es la perversidad de éste, y su repulsa voluntaria del evangelio (3), repulsa que le acarrea condenación agravada (4).

(1) Is. 55:1; Ap. 22:17

(2) Hch. 17:30; Ro. 16:26; Mr. 1:15-17

(3) Jn. 5:40; Mt. 23:37; Ro. 9:31,32

(4) Jn. 3:19; Mt. 11:20; Lc. 19:27; 2 Ts. 1:8

Creemos que Las Escrituras enseñan que para ser salvo hay que ser regenerado o sea nacer de nuevo (1); que consiste la regeneración en comunicar al alma el carácter santo (2); que el poder del Espíritu Santo en unión de la verdad divina (3), efectúa la regeneración de una manera que no está al alcance de nuestra inteligencia, consiguiéndose así que voluntariamente obedezcamos el evangelio (4); y se ve evidencia realmente en los santos frutos de arrepentimiento, fe y novedad de vida (5).

(1) Jn. 3:3,6,7; Ap. 7:13,14; 21:27

(2) 2 Co. 5:17; Ez. 36:26; Dt. 30;6; Ro. 2:28,29

(3) Jn, 3:8; 1:13; Stg. 1:16-18; 1 Co. 1:30; Fil. 2:13

(4) 1 P. 1:22,23; 1 Jn. 5:1; Ef. 4:20-24; Col. 3:11

(5) Ef. 3:14-21, 5:9; Ro. 8:9; Gá. 5:16-23; Mt. 3:8-10; 7:20; 1 Jn. 5:4, 18

Creemos que Las Escrituras enseñan que son deberes sagrados el arrepentimiento y la fe, y asimismo que son gracias inseparables, labradas en el alma por el Espíritu Regenerador Divino (1); mediante las cuales, profundamente convencidos de nuestra culpa, de nuestro peligro y de nuestra impotencia, como también de lo referente al camino
de salvación mediante Cristo (2), nos volvemos hacia Dios sinceramente contritos, confesándonos con Él e implorando Su misericordia; cordialmente reconociendo, a la vez, al Señor Jesucristo como Profeta, Sacerdote y Rey nuestro, en quien exclusivamente confiamos en calidad de Salvador único y omnipotente (3).

(1) Mr. 1:15; Hch. 11:18; Ef. 2:8; I Jn. 5:1

(2) Jn. 16.8; Hch. 2:38; 16:30,31

(3) Ro. 10:9-11; Hch. 3:22, 23; He. 4:14

Creemos que Las Escrituras enseñan que la elección es aquel propósito eterno de Dios según el cual misericordiosamente regenera, santifica y salva a los pecadores (1); que por ser este propósito perfectamente consecuente con el albedrío humano, abarca todos los medios junto con el fin (2); que sirve de manifestación gloriosísima de la soberana bondad divina (3); que absolutamente excluye la jactancia, promoviendo humildad (4); que estimula al uso de los medios; que puede conocerse viendo sus efectos en todos los que realmente reciben a Cristo (5); que es fundamento de la seguridad cristiana; y que cerciorarnos de esto, por lo que concierne personalmente, exige y merece suma diligencia de nuestra parte (6).

(1) 2 Ti. 1:8,9

(2) 2 Ts. 2:13,14

(3) 1 Cr. 4:7; 1:26-31; Ro. 3:27

(4) 2 Ti. 2:10; 1 Co. 9:22; Ro. 8:28; 3O

(5) 1 Ts. 1:4

(6) 2 P. 1:10,11; Fil. 3:12; He. 6:11

Creemos que Las Escrituras enseñan que la santificación es aquel procedimiento mediante el cual se nos hace partícipes de la santidad de Dios, según la voluntad de Éste (1); que es obra progresiva (2), que principia con la regeneración; que la desarrolla en el corazón fiel la presencia y el poder del Santo Espíritu, Sellador y Consolador, empleándose continuamente los medios señalados, sobre todo, la Palabra de Dios, y también el examen propio, la abnegación, la vigilancia y la oración (3), practicando todo ejercicio y cumpliendo todo deber piadoso (4).

(1) Ts. 4:3; 5.23; 2 Co. 7.1, 13:9; Ef. 1:4

(2) Pr. 4:18

(3) Fil. 2:12; Ef. 4:11,12; 1 P. 2:2; 2 P. 3:18; 2 Co. 13:5; Lc. 11:35; 9:23; Mt. 26:41; Ef. 6:18; 4:30

(4) 1 Ti. 4:7

Creemos que Las Escrituras enseñan que los verdaderos regenerados, los nacidos del Espíritu, no apostatarán para perecer irremediablemente, sino que permanecerán hasta el fin (1); que su adhesión perseverante a Cristo es la señal notable que los distingue de los que superficialmente hacen profesión (2); que por el bien de ellos vela la Providencia especial (3);y que son custodiados por el poder de Dios para la salvación mediante la fe (4).

(1) I Jn. 8:31; 2:27,28

(2) I Jn. 2:19

(3) Ro. 8:28; Mt. 6:30-33;Jer. 32:40

(4) Fil. 1:6; 2:12,13

Creemos que Las Escrituras enseñan que la Ley de Dios es la norma eterna e invariable de Su gobierno moral (1), que es santa, justa y buena (2); que la única causa de la incapacidad para cumplir los preceptos de ella, atribuida por las Escrituras al hombre caído, es la naturaleza pecaminosa de éste (3), libertarnos de la cual, y restituirnos mediante Intercesor a la obediencia de la Santa Ley, es uno de los principales objetos propuestos en el evangelio, y también de los medios de gracia relacionados con el establecimiento de la iglesia (4).

(1) Ro. 3:31; Mt. 5:17; Lc. 16:17; Ro. 3:20; 4:15

(2) Ro. 7:12; 7:7,14,22; Gá. 3:21; Sal. 119

(3) Ro. 8:7,8

(4) Ro. 8:2-4

Creemos que Las Escrituras enseñan que una Iglesia de Cristo es una agrupación de fieles bautizados (1), asociados mediante pacto en fe y la comunión del evangelio (2); la cual practica las ordenanzas de Cristo (3); es gobernada por las leyes de éste (4); y ejerce los dones, derechos y privilegios que a ella otorga la palabra del mismo (5); y cuyos únicos oficiales bíblicos son el pastor u obispo, y los diáconos (6); estando definidos los requisitos, derechos y obligaciones de estos oficiales en las epístolas de Pablo a Timoteo y Tito.

(1) Hch. 2:41-42

(2) 2 Co. 8:5

(3) 1 Co. 11:2

(4) Mt. 28:20; Jn. 14:15

(5) I Co. 14:12

(6) Fil.1:1; Hch. 14:23; 15:22; I Ti. 3:1; Tit. 1

(a) Bautismo:

Creemos que las Escrituras enseñan que el Bautismo cristiano es la inmersión en agua del que tenga fe en Cristo (1); hecha en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (2), a fin de proclamar, mediante su emblema hermoso, esta fe en el Salvador crucificado, sepultado y resucitado, y también el efecto de la misma fe, a saber, la muerte al pecado y la resurrección a nueva vida del fiel (3), y que el bautismo es requisito previo para los privilegios de la relación eclesiástica como por ejemplo, la Cena del Señor (4).

(1) Hch. 8:36-39; Mt. 3:5,6; Jn. 3:22, 23; 4:1,2; Mt. 28:19

(2) Mt. 28:19; Hch. 10:47,48; Gá. 3:27:28

(3) Ro. 6:4; Col. 2:12

(4) Hch. 2:41; Mt. 28:19,20

(b) Cena del Señor

Creemos que Las Escrituras enseñan que la cena del Señor es cierta provisión de pan y vino, que representa el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y que de ella participan los miembros de la iglesia reunidos para el efecto (1), conmemorando así la muerte de su Señor (2)proclamando la fe que le tienen, su participación en los merecimientos de Su sacrificio, su necesidad de que les suministre vida y nutrimento espirituales (3), y su esperanza de la vida eterna en virtud de la resurrección de Cristo de entre los muertos; y que debe preceder a su observancia el examen detenido de sí propio por cada partícipe (4).

(1) Lc. 22:19, 20; Mr. 14:20-26; Mt.26:27-30; I Co.11:27- 30; 10:16

(2) I Co. 11:26; Mt. 28:20

(3) Jn. 6:35,54,56

(4) I Co. 11:28

Creemos que Las Escrituras enseñan que es Día del Señor el primero de la semana (1), y que se le ha de consagrar a los fines religiosos (2), absteniéndose el cristiano de todo trabajo secular que no sea obra de misericordia y necesidad (3), valiéndose con devoción de todos los medios de gracia, privados y públicos (4) y preparándose así para «el descanso que le queda al pueblo de Dios».

(1) Hch. 20:7

(2) Ex. 20:8; Ap. 1:10; Sal. 118:24

(3) Hch. 5:29; Mt. 10:28; Dn. 3:15-18; 10; Hch. 4:18-20

(4) He. 10:24, 25; Hch. 13:44

Creemos que Las Escrituras enseñan que existe el gobierno civil por disposición divina, para los intereses y el buen orden de la sociedad humana (1); y que debemos orar por los magistrados honrándolos en conciencia y obedeciéndoles (2), salvo en cosas que sean opuestas a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo (3), único dueño de la conciencia y príncipe de los reyes de la tierra (4).

(1) Ro. 13:7

(2) Mt. 22:21; Tit 3:1; I P.2:13; I Ti. 2:1-8

(3) Hch. 5:29; Mt. 10:28; Dn. 3:15-18, Hch. 4:18-20

(4) Mt. 23:10; Ap. 19:16; Sal. 72:11; Sal. 2; Ro.14:9-12

Creemos que Las Escrituras enseñan que hay diferencia radical y esencial entre los justos y los impíos (1), que en la estimación de Dios no hay justos verdaderos aparte de los regenerados; éstos han sido justificados mediante la fe en Jesucristo, y santificados por el Espíritu Divino (2); que, a los ojos de Dios, son impíos y malditos cuantos sigan impenitentes e incrédulos (3); y que es permanente esta diferencia entre unos y otros al morir y después de la muerte (4).

(1) Mal. 3:18; Pr. 12:26; Is. 5:20; Gn. 18:23; Jer. 15:19; Hch. 10:34,35; Ro. 6:16

(2) Ro. 1:17; I Jn. 3:7; Ro. 6:18,22; 1 Co. 11:32; Pr. 11:31; 1 Pe. 4:17-18

(3) 1 Jn. 5:19; Gal. 3:10 ; Jn. 3:36; Isa. 58:13-14; 56:2-8; Sal. 10:4

(4) Pr. 14:32; 10:24; Lc. 16:25; Jn.8:21-24; Lc. 12:4,5; 11:23-26. Jn. 12:25-36; Ec. 3:17

Creemos que Las Escrituras enseñan que se acerca el fin de este mundo (1); que en el día postrero Cristo descenderá del cielo (2), y levantará los muertos del sepulcro para que reciban su retribución final (3); que entonces se verificará una separación solemne (4); que los impíos serán sentenciados al castigo eterno, y los justos al gozo sin fin (5); y que este juicio determinará para siempre, sobre los principios de la justicia, el estado final de los hombres, en el cielo o en el infierno (6).

(1) I P. 4:7; I Co. 7:29-31; He. l:10-12; Mt. 24:35

(2) Hch. 1:11

(3) Hch. 24:15; I Co. 15:12-58; Lc. 14:14; Dn. 12:2

(4) Mt. 13:49; 37-43; 24:30,31; 25:31-33

(5) Mt. 25:31-46; Ap. 22:11; I Co. 6:9-10; Mr. 9:43-48

(6) 2 Ts. 1:6-12; He. 6:1,2; I Co. 4:5; Hch. 17:31; Ro. 2:2-16; I Jn. 2:28; 4:17; 2 P. 3:11,12.

Principios Bautistas

También puedes conocer los principios de nuestra denominación: